Vergonzoso. No se nos ocurre otra palabra para definir estos continuos ataques a la cultura de nuestro país, que lo único que consiguen es reducir el consumo, y por tanto, el movimiento de capital. Nos referimos a la subida del IVA.
Sabíamos desde este verano que el IVA de los conciertos, festivales y otros eventos musicales subiría del 8 al 21%, en lugar de quedarse en el 10% con el que se grava la restauración, incluyendo por ejemplo a las discotecas.
Ahora, Gabi Ruiz, director del prestigioso Primavera Sound, ha difundido un comunicado en el que explica que la desorbitada subida del IVA no sólo afectará al precio de las entradas, sino también a los productos que se consuman dentro de las barras.
En el último festival al que acudimos, tuvimos que pagar 5 euros por un bocadillo no precisamente generoso y 2 por un vaso de Pepsi rellenado con una botella. Esto sólo por poner un ejemplo, porque desde luego, hemos pagado otras cantidades similares o superiores en conciertos anteriores. Desde luego, ya no está precisamente barato el tema como para que nos sangren más.
Como explica Gabi Ruiz, «muchas empresas van a desaparecer y una cantidad importante de artistas dejará de pasar por nuestro país. Es muy difícil que un empresario pueda sobrevivir si le quitas de un año para otro el 13% de su facturación, ya que al no poder repercutir ese IVA en el ticket (la gente no puede pagarlo) está asumiendo ese coste extra».
Además de los costes extra que asumen estas empresas, el público objetivo de los conciertos y festivales suele ser más bien joven, precisamente el núcleo de población más afectado por el paro. Por ello, las estrategias de subida impedirán que muchos puedan acudir, si tenemos en cuenta que siendo festivales, muchas veces hay que costearse, además de la entrada, el desplazamiento a una determinada ciudad más la estancia allí.
La estrategia de algunos está siendo lanzar las entradas con descuentos importantes antes incluso de anunciar el cartel del festival. De momento, es previsible que este año algunos sí puedan mantener la calidad de los espectáculos, pero con estos precios, las consecuencias para la cultura podrían ser terribles si la economía no mejora.